sábado, 16 de diciembre de 2006

Maquinista en grúa

Santiago Centro está lleno de grúas. Se han vuelto indispensables en la construcción de edificios. Les llaman “plumillas”, aunque, como me lo explicaron, la plumilla es sólo la parte giratoria paralela al suelo.

Quien me lo explicó fue un maquinista con quien me encontré al término de un viaje nocturno en bus. Nos bajamos en la misma parada. venía de una obra en una región sureña. Lleva catorce años en el oficio - la edad que también tiene su hijo mayor.
Y ¿cómo empezó?


Comencé aprendiendo de un amigo, por afición, a lo maestro chasquilla. Ahora el oficio se ha profesionalizado. Hay más exigencias. No se entra sin un aprendizaje previo, ni se mantiene uno en él sin someterse mensualmente a un examen médico riguroso. En el último examen, el médico me dijo que, con medio kilo más de peso, no tendría permiso para subir a la grúa, por los problemas de presión y otros.

¿A qué altura trabaja?

Vamos en el piso 15.

¿Unos 40 a 50 metros…? ¿Y no le da vértigo?

El principal problema es el viento que corre en la región. La carga tiene que encajar en corredores que, en los edificios modernos, son cada vez más estrechos. Cuando hay viento, es difícil y peligroso. Aunque el cable es especial anti torsión, el viento mueve la carga y se corre peligro de golpear a los que la reciben y tienen que ajustarla en el hueco. Un golpe por efecto de péndulo, a esa altura, los desbanca… Dependiendo de la fuerza del viento, hay momentos en que no se debe seguir trabajando, por el peligro. Entonces, hay que avisar por radio que no da para más... Al jefe no le gusta, pero la responsabilidad es de uno, y el jefe acaba por aceptarlo, si uno tiene antigüedad y es bien considerado como trabajador. Pero no todos se atreven a enfrentar al jefe, o a contradecirle...

¿Cuánto rato tiene que permanecer a esa altura?

Depende: entre ocho y trece horas, porque aquí se trabaja a sobretiempo. El arriendo de la grúa es caro, 3 millones al mes, y no se puede perder tiempo.

¿Sin parar?

Sin parar. Uno se lleva un sandwich para comer y una bebida, y punto...

Y ¿cómo se las arregla para sus necesidades?
Bueno, lo líquido es fácil, en una botella o algo así... Para lo otro, no sé si es muy bueno, pero el cuerpo se acostumbra, una vez por la mañana, antes de subir, otra por la noche, después de bajar.

Y ahora Ud. viene a su casa, a descansar unos días?

Una semana. Llevo un mes sin volver.

¿Tienen el sistema como el de los mineros, cuatro semanas en la obra y una de descanso?

No, esta semana es parte de mis vacaciones. Después vuelvo a la región hasta febrero o marzo, cuando la obra termine...

¿Y después, dónde va?

Bueno, donde me manden, claro que con los años que llevo, el jefe me pregunta. En marzo preferiría algo más cerca de mi familia. Mi lolita de tres años me echa mucho de menos - y yo a ella también. Se vuelve loca, me dice mi señora, cuando ella va a cobrar lo que yo le mando, la hija le dice: ya, y díle al papá que se venga al tiro...

Ud. Me habló de los controles médicos. ¿Hay controles parecidos para las máquinas?

Supongo que sí. Claro que hasta ahora no he visto que dejen a una máquina fuera de servicio.

Pero hay accidentes, como ese del año pasado, donde murió una persona al caerse una máquina. ¿No hay cansancio de material?

Ese accidente no se debió a que la máquina se cayó, sino a que la hicieron caer por manejarla mal...

¿Cómo así?

Claro, las máquinas tienen un aparato electrónico que se llama el "limitador". Si le cargan más que el peso para el cual está programada, el computador detiene todos los comandos de la máquina...

¿Pero entonces, cómo se explica que esa máquina se haya caído? ¿falló el computador?

No, lo que pasa es que a veces la carga máxima es, pongámosle, una tonelada, y viene el ingeniero y necesita subir un artefacto que pesa cien o doscientos kilos más. Entonces le pide al maquinista que le haga una paleteada, y suspenda la acción del limitador. Hay veces en que el maquinista saca el aparato... Entonces la máquina acepta cualquier peso... hasta que se rompe... Y es lo que tiene que haber pasado en ese caso... La máquina pertenecía a la empresa constructora.

¿Cada empresa tienen sus máquinas?

No, sólo las más grandes. Si no, hay en Chile sólo cuatro firmas que arriendan grúas, españolas o alemanas, como la que trabajo yo. Las de ahora son muy buenas y seguras. No como las que tenía cuando comencé, hace catorce años, cuando nació mi hijo mayor...

¿Y Ud., por qué aprendió el oficio?

Bueno, soy del campo, de la región de Los Angeles, pero retirado para la cordillera, y no tuve oportunidad de estudiar mucho. Así que me fui a la construcción, y ayudándole a un amigo, aprendí y me entusiasmé, porque lo hacía bien y ganaba más plata. Con esa plata me he podido comprar una casa a doce años. Pero un día, más adelante, voy a volver con mi familia a mi tierra en el sur...

Manuel Ossa
5 de diciembre de 2006